Catholic Diocese Tucson

CATHOLIC OUTLOOK 17 DECEMBER 2019 Obispo habla sobre que lo llevó a denunciar racismo en carta pastoral Por RHINA GUIDOS Catholic News Service BALTIMORE — Horas antes del inicio oficial de la asamblea general de otoño de la Conferencia de Obis- pos Católicos de los Estados Unidos algunos de sus hermanos obispos felicitaron al obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, y otros le dijeron cuando se cruzaban con él: “Estás haciendo un gran trabajo”. Algunos se referían a una carta pastoral reciente que él había es- crito describiendo el dolor de las comunidades méxico-americanas e inmigrantes en su diócesis, donde el racismo, dirigido contra las comuni- dades latinas, estalló en la tranquila ciudad fronteriza de El Paso el 3 de agosto, cuando un tirador decidido a atacar a esas poblaciones entró en un Walmart con un arma de asalto con- siguió matar a 22 personas y herir a otras dos docenas. Inmediatamente después de la tragedia, la diócesis de El Paso- -sacerdotes, religiosas y laicos--se apresuraron a ayudar, pero su pas- tor, preocupado de que con el paso de los días la gente comenzó a olvidar el incidente, decidió situarlo de nuevo al centro de la atención en forma de una carta pastoral--un fuerte documento de doctrina de la iglesia. En ella, el obispo Seitz forzó una mirada al racismo, incluyendo el racismo dentro de la iglesia y el modo en que las palabras, incluyen- do las de los líderes políticos, junto con la acogida de la supremacía blanca por parte de una persona, contribuyeron al mortal acontec- imiento e hirieron profundamente, y de manera particular, a la comunidad latina de El Paso. “Aunque yo mismo no tengo origen latino, éste es mi pueblo”, manifestó el obispo Seitz a Catholic News Service en una entrevista del 10 de noviembre. “Son mi familia. Son mi rebaño, por así decir. Son el pueblo al que estoy llamado a servir y guiar, y, de algún modo, a prote- ger y han sido atacados. Yo ví sus rostros. Yo escuché su dolor”. Los de su diócesis, con quienes pasó tiempo a raíz de la tragedia- -aunque no habían sido alcanzados por las balas, o eran familia de los heridos--también son víctimas de alguna manera, dijo. “Escuché a una mujer de unos cuarenta años, que había crecido en El Paso y me dijo, ´¿Sabe? toda mi vida me he criado aquí y me sentía como ciudadana de este país, pero con estos acontecimientos, por prim- era vez en mi vida, siento que me he convertido en objetivo, simplemente por el color de mi piel´. Me dolió mucho escuchar eso”. Dijo que quería que la carta fuera un “arranque de conversación” y también que explorara la raíz de las causas del tiroteo, “algo que lleve a más diálogo, especialmente porque la gente de mi diócesis todavía está sufriendo por esos hechos”. La carta ha abierto las puertas a la conversación, dijo, a preguntar, “¿cuál ha sido tu experiencia en el pasado? Has experimentado algo que mostrara prejuicio contra ti, dis- criminación contra ti por tu origen latino? Y me han sorprendido las respuestas”. Anteriormente, él había escucha- do ejemplos de discriminación de seminaristas de El Paso, enviados a estudiar en otros estados, sobre su tratamiento fuera de la ciudad fronteriza. “En El Paso, no tenemos semi- nario, así que los enviamos a otros lugares. Y muy a menudo, son lugares donde no hay una mayoría latina. Así que nos sorprendió el tipo de cosas que surgieron de esto”, dijo, mencionando las cosas que se les habían dicho a seminaristas no latinos. “Nos contaron historias sobre ‘chistes’ que les decían, (preguntán- doles) si estaban metidos en tráfico de drogas, si eran indocumentados, si eran legales o no, y cosas así. La gente no parece darse cuenta de que eso no es gracioso, no es gracioso. Y estos estereotipos han llegado incluso a nuestros seminarios”, dijo el obispo Seitz. El tiroteo sacó a la luz temas referentes al racismo dirigido contra latinos, inmigrantes, y de manera general a cualquier persona con piel morena. Un tiroteo masivo, del tipo que sea, es horrible, y con el tiro- teo de El Paso, los latinos vinieron a sumarse a las víctimas judías, afroamericanas y musulmanas a las que atacan los supremacistas, dijo. “Y ahora, de modo concreto, ha llegado a casa”, dijo. “Esta ideología de supremacía blanca, que está creciendo en nuestro país, ha derra- mado sangre”. Por eso, le hizo pensar el oír a otros que desearían separarse del incidente de El Paso. “Seguimos teniendo el trauma de este dolor que hemos vivido”, dijo. “Hay una enorme porción de nuestra comunidad, sin embargo, y muchos de quienes fueron traumatizados significativamente, pero que están ahora diciendo, en los últimos dos o tres meses después del acontec- imiento, que ‘OK, ya hemos llorado. Ya hemos pasado por eso. Hemos re- spondido como comunidad, y ahora sigamos adelante’“. Dijo que, aunque entendía lo que estaban diciendo y por qué, pensaba que es importante hablar de ello. “No se puede esconder bajo la alfombra, como si fuera una experi- encia pasajera en la que un individ- uo se volvió loco y disparó contra personas”, le dijo a CNS. “En cierto modo este evento fue”, continuó, “la punta del iceberg que representa una ideología creciente y que es inherentemente racista en sus actitudes, especialmente contra personas de origen latino... o una ideología que hace aceptable ex- cluir a un grupo entero de personas, migrantes, y, más ampliamente, a personas de origen hispano, simple- mente por su origen, y no se puede barrer bajo la alfombra”. Foto CNS por Bob Roller El obispo Mark J. Seitz de El Paso, Texas, habla durante la asamblea general de otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. en Baltimore el 12 de noviembre de 2019. Durante una entrevista del 10 de noviembre sobre su carta pastoral sobre racismo contra Latinos, dijo que eran “mi familia. Son mi rebaño, por así decir. Son el pueblo al que estoy llamado a servir y guiar, y, de algún modo, a proteger y han sido atacados. Yo ví sus rostros. Yo escuché su dolor”. “Aunque yo mismo no tengo origen latino, éste es mi pueblo”, manifestó el obispo Seitz a Catholic News Service en una entrevista del 10 de noviembre. “Son mi familia. Son mi rebaño, por así decir. Son el pueblo al que estoy llamado a servir y guiar, y, de algún modo, a proteger y han sido atacados. Yo ví sus rostros. Yo escuché su dolor”. Ver PASTORAL en pagina 19

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