Catholic Diocese Tucson

16 CATHOLIC OUTLOOK SEPTEMBER 2019 Por MICHAEL BROWN Director Editorial Susanna Chapman ha dedicado gran parte de las últimas cuatro décadas al ministerio juvenil. Cuando se retire, en algún momento de la próxima década, probablemente colaborará como voluntaria en otro ministerio, pero los jóvenes seguirán teniendo un lugar especial en su corazón. Chapman, 58, empezó a trabajar como catequista voluntaria en Sta. Odilia, Tucson, a los 13 años. Ahora, después de haber colaborado en las parroquias Sta. Elizabeth Ann Seton y San Marcos y de su regreso a Sta. Odilia, es directora de formación en la fe en esta parroquia de 700 familias. En sus palabras, “es mi trabajo soñado”. Cuando Chapman se inició, tuvo como mentora a Maureen Ouellete, por entonces a cargo de ese ministerio, se ha retirado, pero las dos todavía se ven cada tanto. “Es como si fuera parte de mi familia”, dice Chapman. Para su formación personal, Chapman aprovechó todas las oportunidades de capacitación de la parroquia y de la diócesis desde un principio. Después de casarse dedicó un tiempo exclusivamente a formar su familia. Luego, cuando su hijo mayor entró en el 8.o grado, ella se inscribió como voluntaria en Sta. Elizabeth con el deseo de compartir su fe de toda la vida. Cuando la contrataron para el ministerio juvenil en Sta. Elizabeth en 1994, había muchos adolescentes en la parroquia, 300 de ellos en los grados superiores de preparatoria. La parroquia seguía el modelo de Life Teen, que incluye estudio, oración, servicio y actividad social. Un año, la parroquia confirmó a 72 jóvenes. “Esos fueron los mejores tiempos en mi vida”, dijo Chapman. Reflexionando sobre los cambios que se han producido en el ministerio juvenil desde aquellos años, Chapman comenta que parte del trabajo era reclutar adultos jóvenes como catequistas voluntarios. Hoy día, ella recluta adultos jóvenes y padres de familia también porque, aunque es más probable que los adolescentes se acerquen más a los adultos jóvenes, “los padres aportan estabilidad al programa”. La naturaleza del ministerio juvenil también ha cambiado. En su juventud, el ministerio empleaba un modelo en que los jóvenes se reunían en clases para aprender sobre la fe, su rol en la Iglesia y cómo vivir su fe en el mundo. Hoy, nos dice, se trata de forjar relaciones, lo cual significa dejar atrás el entorno estricto del salón de clases e involucrar a los jóvenes en videojuegos y medios de comunicación social que reflejen lecciones de fe. “El hecho de que sea divertido no implica que no sea educativo”. Chapman señala que un joven voluntario de Sta. Odilia trae un proyector a la clase y los estudiantes ven y comentan contenido de internet. El modelo funciona El modelo de las relaciones está comenzando a dar resultados, añadió Chapman. La atracción principal en el ministerio juvenil son los sacramentos, dijo Chapman. Los padres quieren que sus hijos reciban la reconciliación, la comunión y la confirmación. Ella recuerda un grupo de 20 jóvenes que se confirmaron hace varios años. La confirmación, por lo general, es el final de la participación de los jóvenes en la parroquia, pero 10 de aquellos jóvenes siguieron viniendo porque habían establecido relaciones con sus líderes y otros miembros del grupo. La dinámica de los niños de primaria es diferente, dijo. Por ejemplo, cuando los niños vienen a la catequesis y a prepararse para la primera comunión, sus padres los traen pero ni se bajan del auto; nunca asisten a Misa en familia. No es raro que los niños que van a tomar la comunión sepan más que sus padres. Chapman dijo que los catequistas no deben hacer suposiciones sobre los padres que no asisten a Misa. Primero, los catequistas no pueden saber con certeza por qué no asisten, y segundo, avergonzar a los padres o hacerlos sentir culpables difícilmente los haga sentir bienvenidos. “No juzgo a los padres”, dijo Chapman, “y tampoco queremos que los niños juzguen a sus padres”. Una opción que ha dado buenos resultados es invitar a los padres a asistir a la Misa del sábado por la mañana con sus hijos que van a tomar la comunión, dijo Chapman. Algunos le comentan que se sintieron bien asistiendo a Misa. Pero es difícil lograr que se comprometan a ir los domingos, añadió. “Es una Misa de 30 minutos contra una de 60 minutos”. En el ajetreado mundo de un ministro juvenil, hay que saber cuándo ha llegado la hora de retirarse, dijo Chapman. Después de nueve años, recuerda, hubo cambios en la parroquia y ella supo que era hora de cambiar de entorno. San Marcos era una parroquia más pequeña – la iglesia nueva ni siquiera estaba edificada – pero con el entonces párroco, padre Liam Leahy, Chapman se sintió a gusto allí. Sirvió nueve años en el ministerio juvenil. “Definitivamente era un lugar más chico”, dijo. Dilemas Una ministra les dice a los jóvenes de su grupo que ella los va a acompañar en su camino de fe. Luego, las circunstancias cambian. Podría ser algo relacionado con nuevo liderazgo parroquial o diocesano, o con situaciones personales – asuntos de trabajo, relación o familia. La ministra es despedida o se retira voluntariamente y el proceso de forjar las relaciones termina abruptamente. “La meta es lograr que los jóvenes tengan una relación con Cristo”, dice ella. Otro dilema del ministerio juvenil es cómo sobrellevar el drama que naturalmente acompaña las relaciones de los adolescentes. “El drama puede llegar a destruir el ministerio”, señaló Chapman. Mencionó como ejemplo el trabajo de cultivar las habilidades de liderazgo de un grupo de 20 adolescentes. Si un ministro identifica y se enfoca en 10 de ellos, podrían tomárselo demasiado en serio y crear problemas. Mientras tanto, Después de cuatro años de ministerio, su corazón está con los jóvenes “Cuando los jóvenes se ponen difíciles lo único que se puede hacer es “amarlos más”, dijo Susanna Chapman, directora de formación en la fe de la Parroquia Sta. Odilia. Ver JOVENES en pagina 17

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