Gulf Pine Catholic

4 Gulf Pine Catholic • July 11, 2025 POR EL OBISPO LOUIS F. KIHNEMAN II Obispo de Biloxi “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28,19-20). Al celebrar el Jubileo de la Esperanza, nos encontramos en un momento decisivo en la vida de nuestra Iglesia: un momento de reflexión, renovación y rededicación a nuestra identidad más auténtica. El Jubileo no es solo un tiempo de acción de gracias y gracia, sino también un momento para renovar nuestro compromiso con la misión que Cristo mismo nos ha confiado. Jesús no nos dejó un propósito vago. Nos dio un mandato claro y urgente en el Evangelio de Mateo: “Vayan… hagan discípulos… enseñen… y sepan que yo estoy con ustedes.” Esta Gran Comisión no es opcional; es la razón por la cual existimos como Iglesia. Es nuestra misión y nuestra alegría: evangelizar, formar discípulos y compartir el amor transformador de Dios con cada persona. La evangelización no es un programa ni un evento; es un estilo de vida. Comienza con una relación personal con Jesús y se proyecta hacia los demás, invitándolos a ese mismo encuentro que transforma vidas. Esta transformación debe tocar cada parte de nuestro ser: corazón, mente, alma y fuerza. Y debe moldear cada aspecto de nuestras comunidades: parroquias, escuelas, familias y ministerios. Obispo Kihneman Para vivir esto plenamente, debemos hacer un cambio profundo: pasar de una mentalidad de mantenimiento a una mentalidad de misión. Ya no podemos conformarnos con simplemente mantener estructuras o programas que ya no dan fruto. En cambio, debemos alinear cada esfuerzo, cada actividad y cada decisión con el objetivo de formar discípulos. Si algo en nuestra vida parroquial no sirve a esta misión, debemos preguntarnos: ¿Puede transformarse para servir a la misión? Si no, ¿sigue teniendo un lugar? Este cambio requiere formación, comenzando por el liderazgo. Debemos convertirnos en comunidades de fe donde el acompañamiento no sea la excepción, sino la norma. Esto significa escucharnos profundamente, compartir nuestras historias de fe y caminar juntos como peregrinos. Esto no es solo una estrategia pastoral: es el corazón del Evangelio. Jesús acompañó a las personas en sus caminos; nosotros también debemos hacerlo. Los pequeños grupos son una parte vital de esta renovación. Crean espacios donde la fe puede crecer, las relaciones pueden profundizarse y el discipulado puede echar raíces. En los pequeños grupos, las personas pueden experimentar las Etapas de Conversión y Fe. Pero para que esto funcione, nuestros líderes deben ser formados como formadores de discípulos: personas que vivan la visión, que acompañen a otros y que formen nuevos líderes a su vez. Cada familia, cada niño, cada adulto, cada persona en el proceso de OCIA/RCIA debe tener un camino de formación que incluya un acompañamiento real. Nadie debe caminar solo en su camino de fe. Aquí es donde entran las alianzas: entre familias, escuelas, parroquias y ministerios. Juntos, en nuestras parroquias, escuelas y ministerios, formamos comunidades donde cada persona es conocida, amada, formada y enviada. El Jubileo de la Esperanza no es solo una celebración; es un punto de inflexión. Es un llamado a abrazar y recuperar la misión de la Iglesia, a reenfocar nuestra energía y renovar nuestro compromiso con la Gran Comisión. Jesús ya nos ha dicho qué hacer. Ahora es el momento de actuar, juntos. Seamos una Iglesia de discípulos misioneros. Seamos un pueblo de esperanza. Y confiemos en que Aquel que nos envía, está siempre con nosotros— hasta el fin del mundo. El Jubileo de la Esperanza -- Un Llamado a la Misión Dios busca corazones humildes y amorosos, no la perfección, dice el Papa León a los sacerdotes del mundo POR CAROL GLATZ Catholic News Service CIUDAD DEL VATICANO (CNS) -- En un mundo marcado por crecientes tensiones, los sacerdotes necesitan construir juntos la paz y la unidad sirviendo a los demás, dijo el Papa León XIV. Cuando los corazones están unidos al Sagrado Corazón de Jesús, son capaces de resolver “nuestros conflictos interiores y los que desgarran al mundo contemporáneo”, dijo en un mensaje escrito a los sacerdotes del mundo, publicado el 27 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que es también la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes. En el mensaje de una página dirigido a sus “hermanos en el sacerdocio”, el Papa León les invitó a renovar el “sí” que dijeron a Dios y a su pueblo santo el día de su ordenación, para que “puedan ser sacramento del amor de Jesús en el mundo”. “No le teman a su fragilidad: el Señor no busca sacerdotes perfectos, sino corazones humildes, disponibles a la conversión y dispuestos a amar como Él mismo nos ha amado”, escribió. En el corazón de Cristo, traspasado por el amor, se comprende “la verdadera identidad de nuestro ministerio: ardiendo por la misericordia de Dios, somos testigos gozosos de su amor que sana, acompaña y redime”. “La fiesta de hoy renueva en nuestros corazones la llamada a la entrega total de nosotros mismos al servicio del Pueblo santo de Dios”, escribió. “Esta misión comienza con la oración y continúa en la unión con el Señor, quien reaviva continuamente en nosotros su don: la santa vocación al sacerdocio” añadió. Además, “sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros”, escribió el Papa. Por eso, dijo, “hoy quiero hacerles una invitación urgente: ¡sean constructores de unidad y de paz!”. “En un mundo marcado por tensiones crecientes, incluso dentro de las familias y de las comunidades eclesiales, el sacerdote está llamado a promover la reconciliación y generar comunión”, escribió. “Ser constructores de unidad y de paz significa ser pastores capaces de discernimiento, hábiles en el arte de recomponer los fragmentos de vida que se nos confían, para ayudar a las personas a encontrar la luz del Evangelio dentro de las tribulaciones de la existencia”, dijo en su mensaje. “Significa ser sabios lectores de la realidad, yendo más allá de las emociones del momento, de los miedos y de las modas”, escribió. “Significa ofrecer propuestas pastorales que generen y regeneren la fe, construyendo relaciones buenas, vínculos solidarios, comunidades donde brille el estilo de la fraternidad”. “Ser constructores de unidad y de paz no significa imponerse, sino servir”, escribió el Papa. “La fraternidad sacerdotal se convierte en signo creíble de la presencia del Resucitado entre nosotros cuando caracteriza el camino común de nuestros presbíteros”.

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