Gulf Pine Catholic
6 Gulf Pine Catholic • December 20, 2024 POR EL OBISPO LOUIS F. KIHNEMAN III Obispo de Biloxi En aquella región había pastores que vivían en el campo y vigilaban de noche su rebaño. El ángel del Señor se les apareció y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y sintieron gran temor. El ángel les dijo: “No temáis; porque he aquí os anuncio una buena noticia de gran alegría eso será para todo el pueblo. Para hoy en la ciudad de David os ha nacido un salvador que es Cristo y Señor. Y esto os servirá de señal: Encontrarás a un bebé envuelto en pañales. y acostado en un pesebre”. Y de repente se presentó una multitud del ejército celestial con el ángel, alabando a Dios y diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a aquellos en quienes descansa su favor”. (Lucas 2:8-14) A finales del siglo XIX, un joven sacer- dote belga llamado Padre Damien De Veuster dejó todo atrás para servir a una comunidad olvidada y marginada: los leprosos de Molokai, Hawaii. Cuando llegó, no sólo encontró enfermedad sino también deses- peración. Los leprosos fueron exiliados, abandona- dos a morir en la miseria, sus vidas desmoronándose en un lugar marcado por la inmundicia y el sufrimien- to. Sin embargo, el padre Damián eligió vivir entre ellos, atendiendo sus heridas y compartiendo sus cargas. Con el tiempo, su amor transformó la colo- nia. Lo que había sido un lugar de desesperación se convirtió en una comunidad de esperanza, dignidad y alegría. El propio padre Damián contraería lepra en 1885 y moriría a causa de la enfermedad cuatro años después. Fue canonizado el 11 de octubre de 2009. Obispo Kihne man La vida del padre Damián es un reflejo del mis- terio que celebramos en Navidad. En el evangelio de Lucas escuchamos cómo Jesús, el hijo de Dios, no nació en un palacio ni entre riquezas, sino en un establo humilde y sucio, rodeado de animales. Era un lugar de pobreza, malestar e inmundicia, muy lejos de lo que podríamos esperar del nacimiento del Mesías. Su nacimiento en un establo nos recuerda que el amor de Dios no se encuentra en el esplendor terre- nal, sino en los humildes, los pobres y los quebran- tados. Quería mostrarnos que no le teme al desorden. Jesús vino para entrar en el desorden de nuestras vidas: los lugares de quebrantamien- to, pecado y lucha. Así como el padre Damián fue a los marginados de Molokai, Cristo viene a los establos de nuestros corazones, donde nos sentimos indignos, perdidos o asustados. En su ministerio, Santa Teresa de Calcuta buscó a los olvidados y a los más indigentes, viendo en ellos el rostro de Cristo. En la inmundicia y el quebrantamiento, vio la pres- encia de Cristo, tal como Él estuvo presente en el establo en aquella primera Noche de Navidad. Al celebrar la Navidad este año, reflex- ionemos sobre los espacios “estables” dentro de nuestros propios corazones. ¿Hay lugares en nuestras vidas donde hemos permitido que el orgullo, el pecado o la negligencia nos impidan invitar a Jesús? Así como estuvo dispuesto a entrar en la inmundicia de un pesebre para ser nuestro Salvador, anhela entrar en las partes más difíciles e imperfec- tas de nuestras vidas. Esta Navidad, abramos nuestro corazón de par en par para recibirlo, no en lo perfecto, sino en lo desordenado y roto, tal como Él nació en esa misma reali- dad. Que nosotros, como los pastores, respon- damos a su nacimiento con gran alegría, sabiendo que el Salvador del mundo está con nosotros, incluso en nuestras luchas. Permitamos que la luz de Cristo brille en los rin- cones oscuros de nuestras vidas, transformándolos con Su amor y gracia. Feliz Navidad y que Su paz llene tu corazón hoy y siempre. Esta Navidad, no tengamos miedo del desorden en nuestras propias vidas o en las vidas de los demás. Abramos las puertas de nuestro corazón, por indignos que nos sintamos, y permitamos que Cristo entre y nos transforme. Y, como la Madre Teresa, que podamos ver a Cristo en los pobres, los que sufren y los solitarios, sirviéndolos con amor y tern- ura. La Navidad es el momento perfecto para invitar a Jesús al desorden de nuestras vidas Heavenly Father, bless Your Church with an abundance of holy and zealous priests, deacons, brothers and sisters. Give those You have called to the married state and those You have chosen to live as single persons in the world the special graces that their lives require. Form us all in the likeness of Your Son so that in Him, with Him and through Him we may love You more deeply and serve you more faithfully, always and everywhere. With Mary, we ask this through Christ our Lord. Amen. Prayer for Vocations
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