Gulf Pine Catholic

4 Gulf Pine Catholic • January 7, 2022 Somos familia: los elegidos de Dios, santos y amados POR EL OBISPO LOUIS F.KIHNEMAN III Obispo de Biloxi Hermanos y hermanas: Vístanse, como escogidos de Dios, santos y amados, de compasión sincera, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguno tiene un agravio contra el otro; como el Señor os perdonó, así también vosotros debéis hacer. Y sobre todo esto, ponte amor, es decir, el vínculo de la perfección. Y permitan que la paz de Cristo gobierne sus corazones, la paz a la que también fueron llamados en un solo cuerpo. Y se agradecido. Dejemos que la palabra de Cristo more en abundancia en ustedes, mientras con toda sabiduría se enseñan y se exhortan unos a otros, cantando salmos, himnos y cánticos espirituales con gratitud en sus corazones a Dios. Y todo lo que hagas, de palabra o de hecho, hazlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él (Col. 3: 12-17). En la Carta de San Pablo a los Colosenses, él nos llama “escogidos de Dios, santos y amados”, ¡y eso es lo que somos! Cada uno de nosotros que somos bau- tizados en Cristo Jesús; somos los elegidos de Dios. ¡Qué regalo! San Pablo nos dice que somos santos y amados por Dios. La invitación para todos nosotros, personalmente y dentro de nuestra familia, es vivir como Sus elegidos y ser un pueblo que se esfuerza por crecer en la fe y la santidad “con gratitud en [nuestro] corazón a Dios” (Col. 3, 16b). Las imágenes que vemos de la Sagrada Familia, desde su viaje a Belén, la escena de la Natividad, la Huida a Egipto y otras, nos muestran los rostros tran- quilos de una familia ideal que parecen totalmente en paz entre sí y que comparten el amor perfecto, pero el sufrimiento y los desafíos que enfrentaron fueron muy reales. Esta imagen idealizada puede hacernos pensar que no podemos alcanzar la santidad y la perfección en nuestras propias vidas y familias con nuestro propio sufrimiento y desafíos. Puede ser difícil para nosotros imaginarnos a nosotros mismos de esta manera “per- fecta” debido a nuestras fallas, deficiencias y situacio- Obispo Kihneman nes. ¿Llamarías a tu familia perfecta o santa ahora mismo en tus circunstancias actuales? San Pablo nos recuerda que debemos “revestirnos del amor, es decir, del vínculo de la perfección” (Col. 3, 14). Fomentemos el amor y el servicio prestados en el Señor para que podamos convertirnos en otro Cristo en nuestra familia con “compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia de corazón, soportándonos y perdonándonos unos a otros” (Col. 3, 12b). ¿Cómo empezamos? Comenzamos con nuestra vida de oración, individu- almente y juntos como parejas y familias. Rezar juntos el Rosario y la oración a la hora de comer, que incluye reflexión y discusión durante la cena, son dos formas hermosas para que las familias recen juntas. Leer y contemplar juntos la Palabra de Dios es otra forma de mejorar el tiempo de oración familiar y hacer crecer su relación personal con Jesús. La verdad de la Palabra de Dios que proclamamos en la iglesia se lleva a nuestros hogares y corazones para que la Palabra de Dios per- manezca en nosotros dondequiera que estemos. “Deje que la palabra de Cristo more en abundancia en ust- edes” (Col. 3: 16a). Somos familia juntos, y juntos escuchamos Su lla- mado a la santidad y a compartir Su amor. Como familias en nuestro mundo moderno, tendremos momentos en los que se manifestará nuestro egoísmo. Es entonces cuando se nos invita a crecer y “dejar que la paz de Cristo gobierne [nuestros] corazones” (Col. 3, 15a). Estuve visitando a una familia hace muchos años en Navidad. Fue una muy buena visita y eran una familia muy unida. Se notaba que el regalo de un vid- eojuego iba a ser un problema porque todos los niños querían jugar con ese juego. El juego pertenecía a uno de ellos, y en ese entonces, solo había dos controla- dores. Ocurrió lo inevitable. Escuchamos peleas de un lado a otro desde arriba. Luego, uno de los niños baja volando las escaleras, enojado y molesto. “¡No me dejan jugar!” él dijo. “¿Por qué no?” preguntaron sus padres. “Porque soy demasiado lento”, dijo respondió. “No lo he descubierto todavía”. Los padres subieron las escaleras y pudieron, con algo de “gentileza y pacien- cia”, negociar la paz y el perdón entre los niños. No todas las discordias dentro de nuestras familias son tan simples como los niños discutiendo sobre quién puede jugar con un juguete querido. Cuando oramos juntos como familia y permitimos que la paz de Cristo entre en nuestras relaciones, podemos superar los desafíos y dificultades como familia de Dios. Incluso en medio de nuestras luchas, estamos llama- dos a ser juntos una familia sagrada. Somos llamados como parejas casadas, como solteros, como parejas divorciadas, como viudos, como clérigos, como religio- sos; todos estamos llamados a ser parte de la Sagrada Familia. A través de nuestros bautismos, todos somos hermanos y hermanas en Cristo, marcados como “escogidos de Dios, santos y amados” (Col 3: 12a). Somos parte de la Sagrada Familia de Dios y traemos a este Año Nuevo la invitación a dejar que el amor de esa primera Sagrada Familia, Jesús, María y José, se der- rame sobre nosotros y nos llene de la fuerza que necesitamos para ser testigos de Cristo. “Y todo lo que hagas, de palabra o de hecho, hazlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). ¡Feliz año nuevo! ¡Oraciones y bendiciones a todos! Pray for vocations to the priesthood and religious life in the Diocese of Biloxi by visiting www.invisiblemonastery.com

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