Catholic Diocese Tucson

CATHOLIC OUTLOOK 11 DECEMBER 2019 Con inmensa alegría me en- cuentro celebrando mi tercera temporada navideña en la Diócesis de Tucson. Mi venida al sur de Arizona –tierra de verdadera fe, asombrosa belleza y extraordi- naria riqueza cultural, ha sido una bendición maravillosa para mí. El pueblo de nuestra diócesis está siempre presente en mis oraciones diarias y yo les pido humildemente que en el año próximo cada uno de ustedes me eleve en oración a nuestro Señor. Al reflexionar sobre el nacimiento del hijo de Dios en nuestro mundo hace alrededor de 2000 años, pienso ante todo en el amor de su madre y su padre. Al decir “hágase en mí según Tu palabra”, María le hizo un lugar a Jesús en su corazón antes de hacerle lugar en su vientre. Del mismo modo, al aceptar el misterioso mensaje de un ángel que se le apareció en sueños, la calidez con que José recibió al niño nacido de María en circunstancias inesperadas, es una de- mostración más del gran amor con que sería recibido el niño Jesús. Una de las primeras cosas que me vienen a la mente es la pobreza en que nació el niño Jesús. En la creencia religiosa de esos tiempos la pobreza era una señal de abandono por parte de Dios. Jesús disipó ese malentendido y enseñó que una vida de gran sencillez puede dar paso a una vida de gran santidad. Si bien a él nunca le preocupaba su propia pobreza, supo reconocer que la po- breza puede ser aplastante para quienes se ven afligidos por ella. En la práctica de su ministe- rio, ya adulto, él nunca pasaba de largo ante el sufrimiento de un semejante sin aliviar su pena o disminuir su pobreza. Debemos recordar también que, prácticamente de inmediato, él fue un inmigrante (la huida a Egipto). Cuando Jesús nació, los pastores y los ángeles cantaron, pero el rey de su tiempo lo quería muerto, temeroso de que el Príncipe de la paz fuera su enemigo. Y así, para salvar la vida de su hijo, los padres huyeron con él hacia otras tierras. Cuando comenzó su ministerio, Jesús consultaba las Escrituras Hebreas (el Antiguo Testamento) estudiándolas a fondo y valoraba la protección y la atención al viajero y el inmigran- te como una de las virtudes más relevantes. De importancia tal vez mayor, es que su nacimiento en este mundo reveló la increíble profundidad del amor de su Padre hacia todos sus hijos. Unido con el Padre y con el poder del Espíritu Santo, el niño Jesús nació en nuestro mundo para redimirnos y salvarnos mediante el poder de su amor. Meditando sobre la Navidad de este año, me llaman la atención poderosamente las numerosas semejanzas que hay con el mundo en que nació Jesús. Muchos llegamos al mundo rodeados de gran júbilo y afecto, pero otros nacen sin amor y sin cuidados. Seamos un llamado profético a la vida, venerando a los no nacidos, los ancianos, los enfermos y a todos aquellos quienes - como el niño Jesús al nacer - son vulnerables y care- cen de voz. Como María y José, hagamos lugar para ellos en nuestro corazón, y así les haremos lugar en nuestra vida. Oigamos el llamado de la Navidad a remediar el agobiante peso de la po- breza de otras personas, venerando a Jesucristo en los inmigrantes y en quienes buscan asilo, y respondiendo con amor en un mundo secular que a menudo elige la división y la aflicción en lugar de la fe y la esperanza. Este año, recibamos de brazos abiertos al niño Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida, y que su amor redentor nos llegue renovado y pleno de abundantes bendicio- nes. Que Dios los bendiga en abundancia,

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